LAS TRECE ROSAS
Tengo un gran amigo, socialista
como yo, que comparte la necesidad de regenerar, cambiar y renovar el PSE-EE
con todos nosotros y nosotras, y que siente un gran orgullo por el camino dado
y sus resultados: el debate democrático de las ideas de izquierdas, dentro y
fuera del partido. La otra noche, debatíamos sobre la posibilidad de generar un
espacio en el seno de la sociedad civil, con el objetivo –precisamente- de
debatir (de no poder hacerlo en los caducos causes orgánicos- sobre el rol del
partido en lo sociedad civil como –paralelamente- espacio estatal superestructural;
los movimientos sociales como espacios sanos (más o menos) de esa sociedad civil,
y el papel de los y las militantes de este partido en esos espacios y cómo
compatibilizar una militancia a partidaria en los mismos con el rol de
vanguardia del partido. Como se puede leer hasta ahora, mi amigo y yo estábamos
debatiendo sobre cuestiones muy ricas; pero se le cambió el gesto en el rostro
cundo le propuse un nombre para una plataforma a generar en la sociedad civil: “LAS
TRECE ROSAS”.
Yo pienso que es un buen nombre
para reivindicar, a la par, el feminismo de las militantes socialistas durante
la nefasta Guerra Civil en España. Pero mi amigo dice que ese nombre remite a
unas militantes de las JSU; a unas traidoras al socialismo que –siguiendo la
estrategia estalinista de Santiago Carrillo (posteriormente reconvertido en
eurocomunista gramsciano y reivindicado en tres homenajes por el PSE-EE alavés)-
participaron de la coaptación de las Juventudes Socialistas por un Partido
Comunista Español al servicio de la URSS.
Es recíproca la historia de
desencuentros durante la posguerra y la transición entre los dos grandes
protagonistas de la izquierda española: el PSOE y el PCE. Ambos, tras la lógica
de los Frentes, combatieron juntos y mantuvieron las principales discordias más
con los anarquistas de la CNT y la CGT y los trotskistas de la Liga que entre
sí (fundamentalmente gracias a las políticas de los ya reivindicados oficialmente
por el PSOE, Largo Caballero y Negrín). Ambos plantearon estrategias diferentes
para con la contradicción de clases fundamental durante la Guerra Fría, tras la
Segunda Guerra Mundial: conciliación de clases para construir el Estado del
Bienestar, la socialdemocracia hija del SPD; lucha de clases (incluso mediante
metodologías de la democracia burguesa como el parlamentarismo y/o el entrismo
en los sindicatos verticales mediante las CC OO) de parte del PC primero y su
hija, la IU luego. Para colmo de males (o de bienes, mejor dicho), la
ciudadanía apoyó a un PSOE que se sacudió el leninismo de sus programas
estratégicos y su organización interna a la par que combatía con vehemencia el
discurso de la derecha franquista, y castigó con dureza el pactismo de un PCE
que votaba en referéndum una Constitución monárquica (por supuesto, el PSOE
también lo hacía). Luego del 23F, mientras que el PSOE ofrecía “café para todos”
desde un jacobinismo esquizofrénico para un partido organizado internamente de
manera federal; en IU se despachaba a Carrillo y se apostaba por figuras cada
vez más jacobinas, hasta el encuentro en la candidatura de Joaquín Almunia,
apoyada desde IU por el comunista jacobino y catalán Paco Frutos, que
traicionaba definitivamente el federalismo anticapitalista de los soviets.
Luego, tras el triunfo del “compañero” José Luis; Gaspar Llamazares ha vuelto a las políticas de pacto
entre emboas formaciones en la primer legislatura socialista, la de las
reformas ciudadanas más ricas y la de los avances económicos más lentos (antes
del neoliberalismo frente a la crisis de la segunda legislatura). Sin embargo,
durante toda esta historia, los militantes del PSOE nos cobramos con creces lo
de las JSU, coaptando a cuanto dirigente comunista se dejase en todo el
territorio español; fundamentalmente aquellos cuadros que exigían a la
nomenclatura de ellos mayores cuotas de democracia interna, pasando a ser
disciplinados dirigentes de unas estructuras no siempre muy democráticas
(seamos serios).
Una vez dicho todo esto, me
permito pregúntame con otro gran amigo –éste argentino, radical republicano y
reformista, y socialista hasta en el ADN-: “cómo no nos van a dominar los
yanquis”. Cómo no íbamos a perder la Guerra Civil, cómo no seríamos ineficaces
frente al gobierno de Franco, cómo no nos impondrían políticas cada vez más liberales
en términos de egoísmo tras el 23F, cómo no nos alejaríamos toda la izquierda
política y social de la ciudadanía que estamos obligados a representar e –incluso-
liderar, cómo si seguimos con los viejos rencores y rencillas.
LAS TRECE ROSAS siguen
simbolizando (a mi entender) la lucha de las mujeres de las izquierdas contra
el fascismo y el machismo, y continúan siendo un ejemplo a seguir por socialistas,
comunistas y feministas, sobre todo tras el escándalo de Ponferrada protagonizado
por la dirección de mi PSOE.